La escuela debería ser un lugar para disfrutar, aprender y reír con amigos. Sin embargo, para Luna, el ciclo escolar comenzó con dificultades, y a sus apenas 5 años ya se enfrentaba a un acosador.
Un compañero de clase no dejaba de molestarla y seguirla, así que su mamá, Margaux Dawn, decidió inscribirla en clases de jiu-jitsu para aumentar su confianza y fortaleza, ayudando a que pudiera hacer frente al problema.
Un inicio complicado
En una publicación de Facebook, Margaux compartió la difícil experiencia que vivió su hija y cómo logró superarla gracias a su apoyo, al respaldo de su maestra y a los instructores de artes marciales.
La pesadilla de Luna comenzó el primer día de clases, cuando un niño la siguió a todas partes e incluso trató de acosarla en el baño. Su madre rápidamente alertó a la maestra, quien se comprometió a vigilar la situación para evitar que escalara.
Además, madre e hija realizaron juntas un ejercicio de afirmación para llenarse de valor: se ponían frente al espejo del baño y gritaban “¡NO ME TOQUES!”, “¡DEJA DE SEGUIRME!”, para que cuando Luna se enfrentara a su compañero, pudiera decirle con firmeza que la dejara en paz. “Sin usar ‘por favor’ porque no es una petición, es una orden”, le explicó Margaux.
El acoso empeoró
Antes de que terminara la semana, Margaux recibió una llamada de la directora informándole sobre “una situación”. El niño había acorralado a Luna, la tiró al suelo, la inmovilizó con sus rodillas en el pecho y la obligó a abrir la boca para besarla mientras ella gritaba y lloraba. Finalmente, un empleado de la escuela los separó.
Este terrible incidente traumatizó a Luna, quien pasó de ser una niña feliz y confiada a una maraña de nervios. Según sus propias palabras, se preocupaba por no ser capaz de evitar que le sucedieran cosas malas. Es un miedo que ningún niño debería experimentar.
La chispa en los ojos de mi hija se había apagado, su confianza y capacidad para asegurar su propia seguridad se habían desmoronado.
A pesar de que las autoridades escolares tomaron cartas en el asunto y reprender al menor, el daño ya estaba hecho.
Artes marciales para recuperar la seguridad
Los niños solo deberían preocuparse por ser niños. Jugar, aprender, reír y disfrutar deberían ser sus únicas tareas, no vivir con el temor de que otros niños o adultos les hagan daño.
Hablamos sobre la sensación de impotencia, y mi corazón se rompió al explorar el sentimiento de vergüenza y debilidad. Al identificar dónde se había fracturado su confianza, decidimos inscribirnos en una clase de defensa personal. Después de la primera sesión, continuamos asistiendo, ya que Luna me dijo con determinación: ‘nadie me volverá a tocar así jamás’.
Un nuevo enfrentamiento, pero ahora no se dejó intimidar
El segundo incidente ocurrió cuando un niño más grande no esperó su turno para jugar en el patio y la tomó del cuello. Usando lo aprendido en sus clases de jiu-jitsu, Luna aprovechó el peso del niño y lo derribó.
Como él no la soltó, la pequeña utilizó su rodilla para hacerle una llave y, en cuanto el bully se rindió, Luna lo soltó de inmediato; pues aprendió en sus clases a utilizar la fuerza para defenderse, no para causar daño.
La importancia de saber protegerse, tanto de niño como de adulto
Es fundamental, en todos los aspectos de la vida, ser capaces de defendernos, ya sea como niños en el patio de la escuela, o como adultos caminando hacia su coche en la noche. Esto no se trata de venganzas, sino de mantenernos a salvo. Mi objetivo es brindarle a mi hija todas las herramientas que me hubiera gustado tener al crecer. Solo espero que la próxima generación esté mejor preparada que la nuestra para enfrentar este tipo de situaciones. —Margaux Dawn