sábado, mayo 24, 2025

Tal vez no se trate de pereza, sino de tristeza persistente o depresión.

El examen de cálculo es mañana a las 10, debo terminar el proyecto de Física para hoy por la tarde, tengo una cita con el dentista a las 6, necesito pagar las cuentas y, además, llevar a Buddo al veterinario mañana. Es demasiado, ¿no crees? Lo peor es que no puedes posponerlo más, pues ya lo has hecho muchas veces antes; en pocas palabras, parece que has sido demasiado vaga.

Pero, ¿y si no fuera exactamente así? Esa sensación de posponer las cosas cuando te sientes presionada o abrumada por las tareas puede estar relacionada con algo más serio que ser perezosa, como la tristeza crónica, la depresión o incluso la ansiedad.

¿Por qué aplazamos?

Chica recostada en la cama, usando pijama al lado de una ventana abierta

Generalmente, lo hacemos porque no sabemos manejar nuestras emociones respecto a las actividades que debemos realizar. Aunque muchas personas (como nuestras madres, jefes o compañeros de equipo) no lo entiendan, nuestro estado de ánimo realmente influye en nuestra decisión de aplazar tareas.

¿Ante qué situaciones lo hacemos?

Bob esponja cuando procrastina para no escribir su ensayo de la clase de conducir

Por lo general, aplazamos tareas que no deseamos realizar, como trabajos que consideramos innecesarios o aburridos. Así, postergamos estas actividades porque nos parecen menos atractivas que cualquier otra cosa, aunque no las olvidamos; simplemente las dejamos para el último momento.

Relación amor-odio con el aplazamiento

Chica estresada sentada al lado de una ventana

A todas nos pasa: cuando decidimos aplazar, nos sentimos libres, cómodas y disfrutamos de un estado de relajación al que nos encanta aferrarnos, pensando “¡qué buena idea tuve al hacer esto!” Sin embargo, cuando llega el momento de comenzar a trabajar en la tarea que pospusiste y ves que aún no has terminado y el tiempo se agota, todo cambia. Te preguntas: “¿en qué momento pensé que dejarlo para el final sería una buena idea?”

Esto ocurre porque no sabemos gestionar nuestras emociones, como la inseguridad, la frustración, la tristeza crónica o la depresión.

Esas emociones ¡no son malas!

Chica acostada con un libro a su lado

Es cierto que consideramos esas emociones como negativas, pero en realidad son necesarias en nuestra vida, ya que ayudan al reajuste psicológico de nuestro organismo. No obstante, es importante saber identificar cuándo empiezan a causarnos problemas emocionales más graves o nos impiden llevar una vida normal.

Diferencia el aplazamiento de la tristeza crónica

Mujer durmiendo en cama, con pijama y edredón

A menudo, creemos que sentirnos desganadas y con flojera es simplemente parte del aplazamiento, pero no nos damos cuenta cuando este sentimiento se vuelve demasiado recurrente. Por ello, debemos aprender a diferenciar entre ambas situaciones y trabajar en la tristeza crónica para evitar que se convierta en depresión o en un problema psicológico más serio.

  • Aplazamos por situaciones específicas que no queremos enfrentar, mientras que la tristeza crónica aparece sin razón aparente.
  • A diferencia de la flojera, que es temporal, la tristeza crónica tiende a ser permanente.
  • El aplazamiento por pereza no interfiere en nuestro ritmo de vida, pero el aplazamiento debido a la tristeza crónica afecta tanto nuestra vida personal como laboral y social.

ARTICULOS RELACIONADOS

Mantente conectado

32,514FansMe gusta
340SeguidoresSeguir

Últimas Noticias