Los estereotipos de belleza han sido impuestos y reafirmados a lo largo de toda nuestra existencia, y esto es especialmente desafiante para las mujeres, pues es complicado mostrarnos “auténticas” ante los demás, dado que en muchas ocasiones “no encajamos” en esos parámetros. Por ello, recurrimos a múltiples trucos y métodos para proyectar el tipo de belleza que la sociedad aplaude.
Sin que nos demos cuenta, esto puede generar complejos e inseguridades que, si no se abordan, pueden traer problemas aún mayores. Algo similar le ocurrió a Kiri Atkinson, quien desde joven comenzó a enfrentar problemas de alopecia.
Kiri creía que había algo mal en ella
Kiri, una joven de 23 años que vive en Worcestershire, Inglaterra, comenzó a experimentar problemas de alopecia a los 15 años. Una vez que perdió todo su cabello, recurrió a las pelucas, llegando al extremo de no poder salir de casa ni ser vista por extraños sin ellas.
No entendía en ese momento por qué le sucedía esto, y, a pesar de buscar soluciones, no pudo evitar la caída de su cabello, lo que le generó problemas emocionales. Sin embargo, al encontrar el amor y darse cuenta de que no había nada malo en usar pelucas, trató de ver el aspecto positivo de su situación.
Se adaptó a su nueva realidad
Aunque se sentía acomplejada por su situación, Atkinson decidió no dar mucha importancia a esto; sin embargo, todo cambió al dar a luz a su bebé: Paiva, una niña de ojos grises y una encantadora sonrisa.
Su pequeña enfrentaba lo mismo
Cuando Paiva cumplió un año, Kiri y su padre notaron que su cabello se caía en ciertas áreas de su cabeza. En un principio, decidieron no darle demasiada importancia, creyendo que era algo normal, aunque Kiri se preocupaba y trataba de no transmitir sus propios complejos a su bebé.
Sin embargo, poco después de que Paiva cumpliera dos años, había perdido todo su cabello, así como el vello de las cejas y las pestañas.
Un sentimiento de inquietud la asediaba
Kiri no podía dejar de reprocharse y sentirse culpable por lo que le sucedía a su hija, pues la alopecia podría ser un problema genético.
A pesar de ello, decidió no darle importancia, pues Paiva seguía siendo una niña hermosa, con una sonrisa que conquistaba corazones y una mirada que maravillaba a todos. Se dedicó a hacerle saber que no importaba si tenía o no cabello, ella era perfecta.
Aprendió una valiosa lección
Kiri, sin darse cuenta, le transmitía a su hija lo que ella misma había necesitado escuchar al enfrentar su propio problema, pero su experiencia fue diferente; entró en depresión y llegó a concebir ideas suicidas, ya que no lograba entender por qué esto le sucedía a ella. Comprendió entonces que no importaba si se tenía un cabello lustroso o si se era calvo, ya que la verdadera belleza emana de la personalidad. Paiva le había enseñado una lección invaluable: así como ella la veía: bella, sonriente y feliz, esa era también la manera en que los que la aman la perciben.
Ha tomado una de las decisiones más trascendentales
Un día, mientras jugaba con su hija frente al espejo, haciendo caras y riendo, observó a su pequeña: eran tan parecidas y compartían tanto, y aún siendo que su madre llevaba peluca, Paiva lucía mucho más feliz que ella.
Así que se quitó la peluca y continuó jugando. Para recordar siempre ese momento, Kiri tomó una fotografía y decidió que era hora de dejar de usar pelucas.
No voy a mentirle a mi pequeña; perder mi cabello ha sido lo que me ha llevado a esto. No fui lo suficientemente valiente para luchar por mí misma, pero soy una madre valiente, y estoy haciendo esto porque quiero que Paiva nunca sienta lo que yo experimenté en el pasado.
—Kiri Atkinson, madre de Paiva
Y es que su belleza reside en su esencia, por lo que no es necesario tener una hermosa cabellera para lucir siempre magnífica. ¡Gracias, Kiri y Paiva, por enseñarnos una lección tan grandiosa!