Nuria Pérez, una enfermera argentina de 29 años y soltera, nunca había considerado la idea de ser madre nuevamente. Con jornadas laborales de 12 horas y el cuidado de su hijo Lázaro, de 9 años, tenía claro que otro bebé no estaba en sus planes. Sin embargo, todo cambió cuando conoció a Zoe.
Era un día normal cuando Nuria llegó al área de neonatología y se encontró con un bebé que había sido abandonado. Su madre, una joven desprovista de recursos, no podía hacerse cargo de ella.
Una condición inusual
La pequeña, de apenas dos meses, padecía hidranencefalia, una rara condición en la que no tenía hemisferios cerebrales, solo dos bolsas de líquido. Sin esa estructura cerebral, no podía ver, escuchar ni caminar. Su expectativa de vida se limitaba a un año.
Un vínculo especial
Desde su primer encuentro, Nuria no pudo dejar de pensar en Zoe. Aunque no era su paciente, la visitaba diariamente para acompañarla. Tras un mes, tomó la decisión crucial: «yo voy a ser su madre».
Nuria deseaba que Zoe viviera momentos hermosos: «si su vida va a ser tan corta, sería ideal que tuviera una mamá, un hermano, abuelos, tíos, primos, un hogar, una cama, su ropa y sus juguetes». Su familia la apoyó en esta decisión.
Buscando un hogar
El 1 de agosto de 2014, Nuria llevó a Zoe a su hogar, y desde entonces, comenzaron a notar mejoras en la pequeña; el amor a su alrededor la hacía sentirse mejor.
“Siempre la traté como a cualquier niño. Nunca consideré que ella estuviera sufriendo. Llevaba a Zoe al parque, la subía a la calesita, salíamos a comer en familia. Hacía lo que hacen los padres con sus hijos, cosas que muchos no se atreven a hacer con niños con discapacidad”, explica Nuria.
Superando expectativas
A pesar de los temores familiares, Zoe superó la expectativa de vida de un año y llegó a cumplir cinco.
El momento más duro
El 12 de agosto de 2019, Nuria notó que Zoe estaba extraña. Aquella noche, decidió dormir con ella, pero al día siguiente la llevó de urgencia al hospital donde sufrió un paro cardiorrespiratorio.
“El médico me pidió que saliera, pero le respondí que no lo haría porque no la iba a dejar sola. Fue un choque esa situación. Había prometido a Zoe que nunca la abandonaría, ni siquiera en su peor momento”, recuerda Nuria.
Nuria tomó la decisión más difícil de su vida: no reanimar ni intubar a Zoe, porque eso solo alargaría su sufrimiento. La pequeña falleció el 13 de agosto de 2019. La familia aún está aprendiendo a vivir sin su presencia. “Duele mucho, pero no me arrepiento en absoluto. Fueron los mejores cinco años de mi vida”, expresa Nuria.
La despedida pública de Nuria
Solo Dios, la vida y el universo saben cuánto te quiero, pero especialmente lo que me diste.
Te amé desde siempre, tal vez de esta vida o de muchas anteriores.
Me diste tanto, más de lo que podría haber imaginado. Por eso solo puedo decirte gracias, mi eterna niña: gracias por permitirme ser tu mamá, gracias por enseñarme cada día a seguir adelante.
No hay vacío en mi corazón, y eso te lo debo a ti. Esta mañana te fuiste físicamente, pero siempre estarás conmigo en cada momento de mi vida.
Te amé como a nadie, te cuidé como pude.
-Nuria