Hoy en día, cada vez más niños y adolescentes tienen acceso a la educación, que va desde preescolar hasta la universidad. Sin embargo, para muchos, la educación sigue siendo vista como un lujo, y solo aquellos con suficientes recursos económicos pueden completar sus estudios y convertirse en profesionales.
Una historia similar es la de Eileen Delaney, una mujer de 93 años que, en su juventud, disfrutaba de ir a la escuela y aprender cosas nuevas todos los días mientras compartía con sus compañeros de clase. Sin embargo, debido a diversas circunstancias familiares, tuvo que abandonar la preparatoria.
Tuvo que dejar la escuela antes de graduarse
Eileen estaba en su último año de bachillerato en Nueva York en 1945 cuando su madrastra le pidió que contribuya económicamente al hogar, ya que consideraba que solo se dedicaba a estudiar. La condición era que, si no aportaba dinero, tendría que irse de casa. Sin otra alternativa, dejó la escuela para trabajar en una empresa telefónica.
Continuó con su vida y formó su propia familia
Con el paso de los años, Delaney conoció a Eugene, y después de un hermoso noviazgo, decidieron casarse. Juntos, se convirtieron en padres de seis hijos, y ahora disfrutan de la compañía de ocho nietos y cinco bisnietos. Aunque tiene una vida plena, Eileen nunca olvidó su sueño de terminar la preparatoria, lo que inspiró a una de sus sobrinas a sorprenderla de una manera especial.
Recibió el mejor regalo de cumpleaños
Una de sus sobrinas, conocedora del sueño de su tía, contactó al personal de la preparatoria Port Richmond, donde Eileen había estudiado. Al contar la historia al director, este gestionó la papelería necesaria para entregarle a Delaney su diploma de egresada. Además, la sobrina pidió a la familia que escribieran cartas de felicitación para Eileen.
En el día tan esperado, la cariñosa abuelita recibió numerosos mensajes de felicitación no solo por su cumpleaños, sino también por su diploma. Todos se unieron para entregarle globos y un birrete con el que celebró recibir su diploma de bachillerato 75 años después, demostrando así que no importa cuánto tiempo pase: los sueños pueden hacerse realidad.