¿Te has detenido a pensar cuántas veces te quejas en un día? Puede parecer algo inofensivo, pero en realidad es un hábito perjudicial que puede afectar negativamente muchas áreas de tu vida.
A veces, te levantas de mal humor o tus planes no se desarrollan como esperabas, lo que te lleva a lamentarte por tu situación. Sin embargo, recuerda que todo lo que te sucede es una lección valiosa que te servirá en el futuro.
1. Quejarse es uno de los peores hábitos
Desahogarse implica expresar de forma saludable nuestros sentimientos frente a una situación negativa, sin dejar que nuestras emociones nos controlen ni adoptando una actitud de víctima. Quejarse, en cambio, contribuye a una visión pesimista que puede perjudicar nuestra salud.
Según Steven Parton, un autor y estudioso de la naturaleza humana, quejarse condiciona a nuestro cerebro a adoptar un pensamiento negativo, dificultando la alegría ante situaciones más positivas. Por eso, es preferible que empieces a enfocarte en lo positivo de la vida.
2. Si algo malo te sucede, no lo tomes como algo personal
Parece complicado, pero no lo es. No se trata de ignorar el problema, sino de evitar reaccionar dramáticamente y en lugar de eso, entender que la vida tiene altibajos.
Si no te sientes lista para enfrentar tus emociones, pospón tus pensamientos y concéntrate en algo más hasta que estés preparada. Acepta la situación y, una vez que estés tranquila, podrás abordarla de manera más positiva.
3. Cambia tu perspectiva sobre la situación
Seguramente ya lo sabes, pero lo recordamos: los problemas son parte de la vida, así que siempre tendrás que enfrentarlos. Sin importar su tamaño, tú decides cómo los percibes.
Al principio, puede ser difícil ver lo positivo en cada situación, pero cuanto más practiques, más fácil será. Con el tiempo, aprenderás a ver los problemas como lecciones y te convertirás en una persona más tranquila, dejándote de sentir siempre a la defensiva.
4. ¿Es tu culpa lo que te sucede?
Muchas quejas surgen porque culpas a otros por lo que te pasa, cuando en realidad está vinculado a tus propias decisiones. Antes de acusar y llenarte de rabia, pregúntate: ¿cómo llegué a este sentimiento? Esto te permitirá hacer una introspección y identificar que alguna acción tuya desencadenó la situación. Por ejemplo:
Puede que llegues tarde al trabajo o a la escuela, el transporte esté repleto, la gente te empuje y lo primero que piensas es: “¿Por qué el chofer sigue subiendo pasajeros si ya no cabe nadie? ¿Por qué no se apartan y dejan de empujarme?”. Pero si miras hacia atrás, recordarás que pusiste tu alarma para dormir 10 minutos más. ¿Ves? No siempre es culpa de los demás; además, no sirve de nada ser tan dura contigo misma. En lugar de lamentarte, piensa en lo mucho que disfrutaste esos 10 minutos extra de sueño.
5. Medita y canaliza tu energía hacia lo positivo
Meditar te ayuda a que tu mente esté más abierta a recibir lo bueno que llega a tu vida, te relaja y disminuye las tensiones para que tu impulsividad no afecte tu reacción ante situaciones presentes, otorgándote un tiempo para analizar lo sucedido antes de actuar de manera brusca.